Urraca I, Reina de León.
Esta entrada está dedicada a una figura, que a mi modo de ver, es la más fascinante de la historia de mi provincia (por aquél entonces el Reino de León, que abarcaba gran parte de la Península Ibérica) y una de las grandes personalidades femeninas invisibilizadas por la historia.
¿León?, 1081 – Saldaña (Palencia), 8 de marzo de 1126. Reina de León y reina de Castilla.
Reina, y no reina consorte, sino una de las pocas mujeres
que, a lo largo de la historia de España, ejerció la plenitud del poder real.
Su actuación política fue juzgada por los clérigos contemporáneos, y
transmitida luego como tópico historiográfico, más por su condición de mujer
que por el acierto o los errores en las decisiones tomadas.
Fue la primera reina europea por derecho propio.
A pesar de venir de la clase más privilegiada no pudo
librarse del machismo, la humillación y los malos tratos.
Sin embargo demostró un fuerte carácter, luchando contra los
que se empeñaban en menospreciarla por su sexo a pesar de ser la Reina.
Aún hoy se ignora sistemáticamente su existencia y se la
priva de todo reconocimiento histórico, empezando por la propia página de la casa real (https://www.casareal.es/ES/MonarquiaHistoria/Paginas/historia-monarquia.aspx),
en la que se salta del reinado de Alfonso VI (su padre) al de Alfonso VII (su
hijo) como si Urraca nunca hubiera existido, a pesar de ser la primera que se
llama a sí misma Emperatriz de España, antes de que España existiera realmente
como tal. Creo que teniendo en cuenta que estamos en 2023 ya es hora de que se
corrijan esos errores históricos , que más que errores son fruto de la
misoginia de quien hasta ahora ha escrito la historia
Urraca era hija de Alfonso VI y de su segunda mujer,
Constanza. El amor poco tuvo que ver en el matrimonio de sus padres. La alianza
política o los intereses económicos fueron, como era costumbre, más decisivos.
El primer fruto del nuevo matrimonio, rompiendo ilusiones y
esperanzas, no fue hijo, sino hija. Y, por si fuera poco el disgusto, se
constató que la Reina no podría tener más descendencia. Urraca se vio obligada
a enfrentar, desde el principio, un destino que se presentaba poco favorable. La
primera dificultad que hubo de encarar fue la obsesión paterna por el hijo
varón. Desde los primeros momentos de su vida, la primogénita legítima conoció
las dificultades que le acarreaba ser mujer: su infancia estuvo dominada, en
efecto, por la contradicción entre el hecho de ser la heredera del Trono de su
padre y el deseo de éste de suplantarla, en esa condición, por un vástago
varón.
Para alegría de su padre el hijo varón llegó y con él
Urraca, como era de esperar, pasó a ser relegada a un papel muy secundario.
La condición de sucesora hasta el nacimiento de Sancho
(1093) influyó en el proceso de su educación. Entre otras cosas, el
cumplimiento de un programa educativo que, junto a las disciplinas liberales,
incluyera también los ejercicios —la equitación, la caza— propios de quien
estaba llamada a ser Reina y, por tanto y entre otras cosas, a dirigir el
Ejército.
La infanta Urraca era una niña de seis años que se convertía
en prometida de un hombre mucho mayor que ella. El papel de Urraca se limitaba
al de pieza de intercambio. Una pieza valiosa, porque, en el momento de las
concertaciones, tenía asociado el Trono de León.
La condición de casada de Urraca aparece por primera vez
testimoniada el 22 de febrero de 1093. Estaba por entonces a punto de cumplir
la infanta los doce años, la edad en que, en razón de la capacidad fisiológica
de procrear, se consideraba que las mujeres podían acceder al matrimonio. En la
Edad Media el matrimonio infantil estaba orden del día, 1093 se revelaba
crucial en su vida; el año de su primera boda fue también el año de la muerte
de su madre y el año del nacimiento de su medio hermano Sancho. Las
expectativas políticas cambiaban radicalmente. De heredera del Trono de León,
Urraca pasaba a ser condesa consorte de Galicia, pasó de la tutoría paterna a
la tutoría de su marido y un notable descenso del estatus personal.
Ante la mentalidad dominante aparece algún indicio de
contestación o de incomodidad por parte de Urraca, expresadas a través de la
distinción de género en ciertos diplomas; el fuero que, junto a su marido
Raimundo de Borgoña, otorga a los habitantes de Compostela en el año 1105 se
concede a los habitantes de la ciudad, tanto
varones como mujeres (“cunctis habitatoribus uiris ac feminis”). Las
fórmulas de confirmación habitual, la infanta Urraca o la esposa del conde
Raimundo, son sustituidas en este caso por la expresión Urraca reina, que, usada en ocasiones por las infantas en tanto que
pertenecientes a la Familia Real, resulta llamativa en esta fase de la vida de
la protagonista.
Cumpliendo el papel que la sociedad le asignaba, Urraca,
tras las bodas con Raimundo, dejó de ser niña y se convirtió pronto en madre.
El verano de 1107 Urraca se convirtió en viuda. La muerte de
su esposo significó para Urraca un inmediato aumento de las responsabilidades.
Los títulos de “totius Gallecie domina” o “totius Gallecie imperatrix” que la
infanta empleaba, expresan bien claramente que la viudedad significaba un
ascenso de rango y de peso político.
La muerte de Sancho, el hijo varón del Rey, ocurrida en
Uclés, en la guerra contra los almorávides, el día 29 de mayo de 1108, volvía a
desordenar la política leonesa. La vida de Urraca cambió de manera sustancial:
de nuevo se convirtió en la legítima heredera del Trono. Roto definitivamente
el sueño del heredero varón, Alfonso VI reconocía antes de morir los derechos
de su hija. Muerto el Rey el 1 de julio de 1109, el primer acto del reinado de
Urraca fue la presidencia de las honras fúnebres de su padre. Después empezaron
las intrigas.
Hasta su hijo, solo un niño, les parecía mejor Rey a nobles
y clérigos que Urraca. Ya sabemos que las mujeres eran consideradas menos que
menores de edad.
Los poderosos que rodeaban a la reina concertaron su matrimonio
con Alfonso de Aragón contra su voluntad. La mujer —la Reina en este caso—
volvía a ser objeto de intercambio, garantía de un pacto político. Por más que
Urraca fuera la sucesora legítima en el Trono de León y por más que se empeñara
en ejercer plenamente la función de Reina, había de hacerlo desde su condición
de mujer.
El matrimonio fue un fracaso absoluto, Alfonso de Aragón
tenía un carácter violento y misógino y no se encontró con la esposa sumisa que
esperaba, Urraca no se dejaba amedrentar por lo que llegó a maltratarla en
público e incluso a encarcelarla.
La ruptura llegó muy pronto. El día 13 de junio de 1110 la
Reina encabezó un documento de donación al Monasterio de Silos como Urraca,
reina de toda España e hija del emperador Alfonso. Era la expresión en términos
políticos del rechazo de la tutoría del Rey de Aragón y la afirmación de la
propia independencia.
La experiencia de su segundo matrimonio convenció a Urraca
de no volver a compartir el poder con un consorte. Tras la separación con
Alfonso de Aragón nunca volvió a casarse, aunque sí tuvo como mínimo dos
amantes entre la aristocracia y varios hijos ilegítimos a los que no ocultó,
impensable en una mujer de su tiempo y linaje.
A pesar de estas numerosas conspiraciones, Urraca logró
gobernar en solitario hasta el final de su vida, mostrando una gran
inteligencia política.
Muchos, dignos hijos de su época, nunca la aceptaron, como
resume una frase del Cronicón Compostelano: “reinó Urraca
tiránica y mujerilmente”. Ojo a lo de mujerilmente, también la llamaban “Urraca
la temeraria”, tal vez porque las mujeres debían ser sumisas y aceptar el papel
secundario que tenían reservado.
La reina Urraca murió, de parto, el día 8 de marzo de 1126,
en Saldaña.
No hay duda de que las historias oficiales compuestas por
los clérigos del siglo XIII, desde Lucas de Tui en su Chronicon Mundi hasta el el
arzobispo de Toledo se empeñaron a reducir
y minimizar su reinado al máximo, como si solo hubiera sido una regente, hija,
esposa y madre de rey (la posición que DEBÍA ocupar la mujer). No podíamos
esperar otra cosa.
Sin embargo a día de hoy se sigue minusvalorando su figura,
la mayoría de la documentación sobre ella está en inglés, lo que me parece
bastante vergonzoso.
Bibl: B. F. Reilly,
The kingdom of León-Castilla under queen Urraca: 1109-1126, Princeton,
University Press, 1982; R. Pastor, “Urraca Alfonso”, en C. Martínez, R. Pastor,
M.ª J. Pascua y S. Tavera (dirs.), Mujeres en la Historia de España.
Enciclopedia biográfica, Barcelona, Planeta, 2000, págs. 178-182;, “Urraca de
León y su familia. La parentela como obstáculo político”, en C. Trillo (ed.),
Mujeres, familia y linaje en la Edad Media, Granada, Universidad, 2004, págs.
65-100; M.ª del C. Pallares y E. Portela, La reina Urraca, San Sebastián,
Nerea, 2006, Therese Martin, Queen as King: Politics and Architectural
Propaganda in Twelfth-Century Spain: 30 (The Medieval And Early Modern Iberian
World, 30), 2006.
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