Mi granito de arena.
Si me paro a pensar qué puedo hacer yo o cómo puedo colaborar con la igualdad desde mi posición de empleada pública, de entrada mi primer pensamiento es que nada, que no tengo el poder suficiente o la influencia necesaria como para marcar la diferencia en un reto tan importante, que a veces parece tan cercano y otras veces casi imposible.
Supongo que esa es la salida fácil, pensar que como no
legislo, como no tengo un puesto de gran influencia no puedo hacer nada, pero
al mismo tiempo, si todos colaboramos desde nuestra posición, por pequeña que pueda
suponer nuestra aportación, la meta será más accesible. Como dice el dicho “grano no hace granero pero ayuda al
compañero”.
Muchas veces, más de las que me gustaría, en mi trabajo me
encuentro con los casos de mujeres que después de largos matrimonios o del
fallecimiento de sus padres, se encuentran solas, sin ningún tipo de formación
ni experiencia laboral y a unas edades en las que objetivamente es
prácticamente imposible que encuentren trabajo, no ya un trabajo de calidad,
sino cualquier trabajo. Lo fácil sería verlas como un número más, como un
expediente más, tratarlo desde la más fría objetividad. Sin embargo me es
inevitable pensar en cómo han sido sus vidas, si realmente han tenido
oportunidades o alguna vez se imaginaron que después de dedicarse a la crianza
de sus hijos o el cuidado de padres enfermos, a una edad en la que el mundo
laboral no cuenta con ellas, se iban a encontrar solas y sin ningún tipo de
ayuda económica y en muchos casos miradas con cierto desdén, ¡haber pensado en
el futuro! ¡claro, se vive mejor sin trabajar! Como si los cuidados no fuera un
trabajo, el más ingrato e invisible del mundo.
Intentaré, siempre que esté en mi mano, implicarme en
orientar y ayudar, pensando que no todos tenemos las mismas oportunidades ni
circunstancias vitales, formación o información, siendo consciente de que
muchas veces las propias mujeres somos más exigentes entre nosotras, como si tuviéramos
que llegar a todo, como si tuviéramos más que demostrar, pensando que todas han
tenido la misma vida o la misma mentalidad.
Muchas mujeres, no tan mayores, crecen en un entorno en el que
lo que se espera de ellas es que se casen y dediquen su vida a cuidar de los
demás y de repente un día se encuentran solas y recurren a la Administración en
busca de una ayuda que no saben si recibirán.
Juzgaré menos y empatizaré más, seré más proactiva, no
aplicando fríamente la ley sino viendo a las personas y sus circunstancias, no
solo porque sea mi obligación sino para aportar mi granito de arena.
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